cultura
Desmemoria del Pueblo Gitano: racismo institucional y marginación de un pueblo olvidado por la Historia

Granada, en 1862. Fuente: BNE
Este verano, el Ministro y Vicepresidente del Gobierno pidió perdón al Pueblo Gitano por el “racismo institucional” que han sufrido los gitanos a lo largo de la historia. Pablo Iglesias daba voz gubernamental a una deuda pendiente de la Memoria Histórica que finalmente ha sido incluida en el anteproyecto de Ley de Memoria Democrática, una medida con la que se pretende recuperar y dignificar la memoria del Pueblo Gitano en nuestro país, especialmente durante la dictadura franquista. Carmen Calvo afirmó, poco después de presentar la nueva ley, que “España no sería España sin el pueblo gitano”. Del mismo modo, la inclusión de la historia de los gitanos en los materiales de enseñanza y en los programas docentes supondrá dar visibilidad académica a la minoría social marginada por excelencia en la Historia de España y, sobre todo, llevar su conocimiento al resto de la sociedad.
La historia del pueblo gitano es la historia de un pueblo marginado no solo en el franquismo, sino desde su misma llegada a Europa. Pese a su probable origen común, manifestado en diversos estudios genéticos y de filología histórica, los distintos grupos romaníes del mundo han sufrido una marcada transformación por su contacto con los pueblos con los que han convivido. Habitualmente, sobre todo en el pasado, la imagen de los gitanos ha estado estereotipada bajo una España agitanada y flamenquizada o bajo el prisma de una Andalucía juerguista y ociosa. A principios del siglo XX, el escritor Irving Brown decía que “en ningún lugar del mundo puede verse al gitano mejor que España”, en su libro “La Senda Gitana”, escrito fruto de su recorrido por el Sur de la Península, atraído por la visión romántica de los viajeros extranjeros y que encontraba en los gitanos uno de sus mayores atractivos.
Y es que la convulsa y estremecedora historia de esta minoría en España se remonta a principios del siglo XV, cuando comenzaron a llegar en pequeños grupos itinerantes presentándose a sí mismos como peregrinos cristianos. Procedentes de algún lugar de la India, habían llegado a Próximo Oriente en la Edad Media y a Europa en el siglo XV. La buena acogida inicial que recibieron por parte de la Corona, las autoridades y las élites locales, poco podía hacerles presagiar que en los siglos venideros la suya sería una existencia marcada por las persecuciones y por la incesante amenaza a sus formas de vida. El viraje definitivo hacia el hostigamiento suele fecharse en 1499, momento en que encontramos la primera providencia específica en contra de los gitanos promulgada en la España moderna. En ella los Reyes Católicos les ordenaban que tomasen oficio conocido y que residiesen en domicilios estables, so pena de ser desterrados definitivamente de sus reinos o de recibir penas corporales como el corte de orejas, con el que se pretendía facilitar la identificación de futuros reincidentes. La alta movilidad que les había caracterizado inocuamente desde su llegada como peregrinos ahora se entendía como el problema principal, pues se equiparaba con un signo de ociosidad y de vagabundeo predelictivo.
La providencia de 1499 no fue sino la primera de las doscientas cincuenta disposiciones contra los gitanos que se promulgaron en España hasta 1783 tratando de que quedasen disueltos en los esquemas sociales, culturales y económicos de la sociedad receptora. Pese a su invariable cariz antigitano, la normativa no estuvo exenta de contradicciones y en ocasiones terminó contraviniendo sus propios propósitos. Así, mientras que se cebaba especialmente con los gitanos nómadas, también fue restringiendo paulatinamente el número de municipios para su asentamiento y el abanico de profesiones a las que podían dedicarse. Se daba el caso de que gitanos avecindados y con un valor productivo evidente, como los dedicados a la herrería en Andalucía en general y en Triana en particular, tuvieron que litigar durante casi todo el siglo XVII para poder seguir ejerciendo su oficio, que les había sido prohibido en 1611 mediante una nueva pragmática en que se les ordenaba que se dedicasen tan solo a la agricultura. De esta forma, no se trataba solo de que abandonasen su itinerancia y fuesen útiles para la sociedad, sino de que tampoco entrasen en competencia con los no gitanos en buena parte de los sectores productivos, con las consiguientes dificultades para abrirse un hueco «digno» en el rígido sistema preexistente.
La cifra tan elevada de disposiciones en contra de los gitanos deja entrever que las medidas no surtieron el efecto deseado ante la extraordinaria capacidad de resistencia que exhibieron a la hora de conservar su identidad. Por tanto, los textos legales certifican su fracaso en su misma reiteración, atribuida también a su escasa aplicación por la conducta tolerante de las autoridades inferiores, corruptas o temerosas de las represalias que pudiera provocar una actitud represiva enérgica. Pero esta insistencia legislativa también nos habla de que «lo gitano» se había convertido en un problema que había que atajar a toda costa: si las medidas tendentes a la asimilación cultural y la expulsión fallaban, quizá habría que recurrir a «remedios» más drásticos, como el exterminio biológico. Esta fue, desgraciadamente, la vía a la que se recurrió el 30 de julio de 1749, cuando aproximadamente 9.000 gitanos españoles -unos 5.500 en Andalucía- fueron prendidos de sus casas de madrugada y encarcelados bajo una estricta separación por sexos. La vieja dicotomía que había atravesado toda la legislación antigitana, entre nómadas y sedentarizados, estaba totalmente ausente en las órdenes de detención que exhibían un sesgo claramente racista: la presunción de delincuencia que legitimaba privarles de libertad descansaba únicamente en el hecho de haber nacido gitano. Los hombres y los niños mayores de siete años, considerados aptos para el trabajo forzado, se destinaron a los arsenales; mientras que a los menores de esa edad se les permitió permanecer con sus madres recluidos en otros centros. La Gran Redada fracasó, en buena medida por la falta de capacidad logística para hacerla efectiva hasta sus últimas consecuencias, y durante el mes siguiente se produjeron muchas libertades. Sin embargo, cientos de gitanos permanecieron encarcelados en las décadas siguientes, principalmente los que no pudieron acreditar una existencia «digna» por carecer de medios económicos, con lo cual la Prisión General se ensañó especialmente con los más pobres. En el reinado de Carlos III (1759-1788) se produjeron los últimos indultos y el exterminio biológico se abandonó definitivamente en favor del cultural: por la Pragmática de 1783 teóricamente se les permitía ejercer cualquier profesión y desaparecía el imperativo de residir en determinadas poblaciones, pero se les prohibía hacer uso de su lengua, traje y modales, bajo pena de ser marcados con un hierro ardiente en la espalda en caso de desobedecimiento.
Paradójico resulta que sus señas culturales fuesen reprimidas tan duramente por la legislación moderna y que unos siglos después sus costumbres, trajes, lenguas, bailes y cantes fueran tan utilizados como marca España vendida con el slogan “Spain is different”; eso sí, desde una visión desvirtuada y rozando lo caricaturesco. Fue en la contemporaneidad cuando el conglomerado étnico y cultural que es Andalucía generó unos productos culturales particulares. Durante el siglo XX, se llegó a presentar como español únicamente lo que era andaluz y este en innumerables ocasiones se identificó con lo gitano. Partiendo de la sociedad andaluza ambivalente del siglo XVIII y desde una cultura marginal, ruinosa dentro de una primitiva Ilustración, lo gitano dio sus primeros pasos para convertirse en un “resto arqueológico de cultura española” expresado hacia el exterior como producto exótico y reclamo turístico en los siglos XIX y XX. También durante el franquismo, su identidad fue deformada e instrumentalizada dentro de una especie de folclore nacional “compartido” en el que lo gitano se presentaba interesadamente como parte de la identidad española. Pero estos tópicos románticos no modificaron en absoluto la perspectiva negativa de la sociedad respecto a los gitanos y gitanas de a pie y los prejuicios negativos continuaron funcionando como justificación de su presunción de culpabilidad y de su eventual represión por parte de las autoridades.
Desde entonces, el pueblo gitano ha carecido de reconocimiento histórico, público e institucional, quedando encerrado en una segunda prisión atemporal de desconocimiento y de estereotipos reduccionistas. El puñado de datos dispersos acerca de un colectivo social inasimilable e incómodo, que convirtió su estilo de vida en un perpetuo desafío a todas las leyes y todas las convenciones, y que traspasó con frecuencia los límites de la delincuencia y de la criminalidad, merece sin duda el reconocimiento de su historia y de sus sufrimientos. Los estudios que han revivido sus tormentos y reivindicado su memoria muestran que centenares o miles de gitanos ahorcados, linchados, enviados a presidios, a galeras o a las minas han permanecido en el anonimato y que fueron condenados simplemente por ser gitanos. Las continuas leyes que sistemáticamente se les aplicaron de forma coercitiva emanaban de un poder homogeneizador que pretendía lograr la asimilación de los gitanos en la sociedad mayoritaria, pero que al mismo tiempo los diferenciaba y los empujaba injustamente hacia una posición marginal.
Sin negar la importancia de reconocer y exponer este racismo legal e institucional que históricamente ha pesado sobre la comunidad gitana en España, lo cierto es que desde 1978 los gitanos se enfrentan a nuevas dificultades bajo los mismos prejuicios gitanofóbicos de antaño. Los nuevos obstáculos descansan precisamente en la invisibilización de la discriminación que hoy sufren al margen de su equiparación legal, lo cual es peligroso, pues puede llevarnos a atribuirles enteramente la responsabilidad de las situaciones de marginación y exclusión que afrontan en su día a día partiendo contextos sociales, laborales, educativos y económicos adversos y a veces imposibles. De hecho, en las encuestas realizadas el año pasado por Unión Romaní en Andalucía, hogar de cerca de la mitad de los gitanos españoles, uno de cada cinco encuestados responsabilizaba únicamente a los gitanos de su exclusión; y casi esa misma cifra consideraba justificado el rechazo social generalizado hacia esta minoría. Por tanto, respecto al racismo institucional creemos que debemos ampliar nuestras miras y evitar caer en el reduccionismo, ya que únicamente resulta evidente cuando existe una legislación específica -o una aplicación interesada y arbitraria de la una legislación común- que diferencia, discrimina y persigue a una minoría por el mero hecho de serlo.
Pero también podríamos discutir si durante las últimas décadas los gobiernos, las instituciones y los poderes públicos en general no han sido cómplices del racismo por omisión, esto es, cuando a sabiendas de que la igualdad jurídica no es suficiente para paliar la marginación histórica de una minoría no se han diseñado e implementado medidas sociales, educativas, económicas y laborales que modifiquen sustancialmente la situación de desigualdad estructural en la que los gitanos se encuentran desde que nacen; lo que, unido a los prejuicios racializados y a la visión negativa de la sociedad, es el caldo de cultivo perfecto para que los gitanos se conviertan en una eterna profecía autocumplida de marginalidad y exclusión social. A este respecto, los datos aportados por la Comisión Europea al anunciar hace unas semanas su plan de ayuda para la comunidad gitana de cara a 2030 son absolutamente desgarradores: el 41% de los gitanos habían sufrido discriminación en el último lustro y el 85% de los menores residentes en Europa viven en la actualidad en riesgo de pobreza. En este nuevo panorama tan desafiante, la recuperación de la historia de los gitanos no puede quedarse en el pasado como un simple recordatorio de lo sufrido, sino que debe tener también un valor social presente y debe complementarse con políticas que aboguen por una auténtica “inclusión” de esta minoría. Pero, sobre todo, los gitanos necesitan hoy, imperativamente, tener voz y capacidad de decisión a la hora de contar su historia y construir esas medidas sociales, pues las políticas integradoras con frecuencia se han planteado bajo un prisma condescendiente, paternalista y desconocedor de sus necesidades, sesgos que están condenados a reproducirse sin su participación y pese a las buenas intenciones.
https://blogs.publico.es/dominiopublico
Giselle Ruiz: POEMAS
Interior 1935
Hoy no pasó nada. Y si pasó algo es mejor callarlo.
Pues no lo entendí.
Roberto Bolaño
I
He caminado en círculos:
lo hice sobre mis ojos,
al margen de sus fuentes,
entre la cortina y su viento,
bordeando cada estante,
contra la puerta y a favor de esta,
dejando surcos y repeticiones.
Por los rincones iba muriendo,
me arrastraba en dirección contraria.
I
Mi cabeza se abandona sobre el piso:
su cuerpo es concreto acribillado
por la luz temprana, no mármol
no piedra preciosa, no sombra fresca.
Esta cabeza se tiende y piensa
que es un mosaico que la luz toca
en este sitio de nadie. Me convenzo:
lo que bambolea viene de lo profundo.
En esta casa entran nuevos días
borrando los contornos de mi rostro,
hundiendo el firme de sus oquedades.
Mientras mi cabeza siga en el piso
soñará que es territorio aislado
fragua entre pies ajenos que la desvisten.
I
He visto un hilo de hormigas
urdirse en la ventana.
las veo desde aquella tarde,
desde esta que no se cansa de mirar.
Las hormigas arrastran lo que encuentran
hasta resignificar el pavimento.
La tarde me mira viendo a las hormigas
pero mirar y ver son diferentes acciones,
ni la tarde ni yo hacemos otra cosa.
Mirando inmóviles
nos tocamos de reojo esperando
el carrete de sangre
que viene a devorarnos.
I
Olvidé que en mi costado
crecen edificios cuando duermo:
un castillo se erige bajo la cadena de ladrillos
y mi respiración es la muestra
de que toda sacudida nos deforma de a poco.
Quien viva de mi carne sabrá de cuarteaduras,
semáforos despiertos y ventanas como ocelo
cerrándose a la lluvia.
En esta ciudad se vive dialogando a solas.
Si al otro lado existe un pueblo, es nómada
pero eso no compete al curso de estos días.
I
He nombrado a este tiempo tarde
no conozco el alba
y el segundero
-de espectro malicioso-
desangra su mueca
que es la mía
gota a gota carcajada
deshojándome la lengua: nadie
ni búho ni piedra
ni traje de hombre nafta en remolinos
como cualquier tuerto
producto de exportación
creado tarde
cabeza de cuerpo huido
luz de cobra
campanilla tintineando adentro
adentro sé
que soy una mujer sana
o, al menos,
eso creo.
Giselle Alejandra Ruiz Rodríguez (Aguascalientes, México. 1989). Licenciada en Ciencias Ambientales. Ha publicado narrativa y poesía en diversas antologías, revistas y sitios web como Golfa, DigoPalabra.txt, VICE, entre otros. Escribió en coautoría el poemario “Amor 2.0” (Bitácora de vuelos, 2016). Becaria del Festival Cultural Interfaz 2016. Acreedora a mención honorífica en el Premio Internacional Caribe-Isla Mujeres 2016. Co-creadora del proyecto “The expectation club” (2016). Productora de los cortometrajes “D/V” (2018), “Antes mía” (2019) y “Frío de verano” (2020). Publicó su primer libro individual “Crónica de fracasos” en 2018 por la Editorial Montea y en 2019 fue becaria PECDA por el proyecto “Jaulas: Poemas para significar barrotes”.
http://www.revistaelhumo.com/
Generaciones perdidas
“Hemos vivido situaciones parecidas y aún mucho peores”, nos dicen los muertos sin sepultura, la masa olvidada, anónima de la humanidad. Iba a escribir Humanidad, pero la veo un poco encogida. Seamos modestos en la ortografía. Ellos, que vivieron el sitio de Constantinopla, el de Jerusalén, la destrucción de Cartago, la liquidación del ghetto de Varsovia. La lista sería interminable. No hablan en los diarios, no dan su opinión. Callan obstinadamente. Están más allá del lenguaje. Simone Weil dice en su libro póstumo “L’enracinement” que está de candente actualidad, porque si de algo adolece el hombre de hoy es de falta de raíces: “L’histoire est un tissu de basseses et de cruautés où quelques gouttes de pureté brillent de loin en loin” La intransigencia moral de Simone Weil es impresionante. Que no era una pose lo demuestra su prematura muerte. Simone fue capaz de escribir: “nous ne sommes innocents d’aucun des crimes de Hitler” Hay que tener un coraje inmenso para reconocer eso siendo judía como era, en plena guerra y sin conocer el resultado de aquella contienda espantosa. No vivió para ver el final del nazismo. Henos ahora (en este perpetuo ahora) a los vivos del año 2020 hundidos en una catástrofe mundial, por obra y gracia de un ser ultramicroscópico que está entre lo vivo y lo inerte. Ante un virus, obra perfecta de economía de la naturaleza, hay que quitarse el sombrero, aunque no se pueda dialogar con él. Un ser que ni es criatura ni cristal basta para desbaratarnos y convertir nuestra vida cotidiana en una pesadilla. Qué lástima: apagados los incendios, borrados los rostros, allanadas las montañas, nada nos dicen los veteranos que pasaron por este valle de lágrimas; nada nos dicen esas miles de generaciones perdidas de verdugos y víctimas anuladas por el olvido. ¿Nada? Tucídides ha llegado hasta nosotros. Atenas es cualquier ciudad.
https://selvadevariaopinion.blogspot.com/
Escritores suicidas frustrados
Joseph Conrad no tiene una sola página ridícula ni se permitió una zozobra. La vitalidad de Hermann Hesse entró en conflicto con la vida oscura de su familia
/cloudfront-eu-central-1.images.arcpublishing.com/prisa/DRVEC5OHVBDQDAT4PQ3WC3MB3Y.jpg)
La nómina de escritores que prefirieron largarse al otro mundo por la vía rápida a seguir escribiendo es magnífica y prácticamente interminable. Desde los clásicos Sócrates, Séneca y Petronio, pasando por Larra, Ganivet y Gabriel Ferrater entre los nuestros, por los famosos Salgari, Jack London, Virginia Wolf, Stefan Zweig, Sylvia Plath, Cesare Pavese, Walter Benjamin, Hemingway, la lista no está cerrada porque este es un oficio siempre al borde del acantilado, que no es sino el propio ego por el que el escritor está siempre a punto de despeñarse. Pero hubo dos grandes literatos que pasaron a la gran historia de la literatura gracias a que en su atormentada juventud, pese a haberlo intentado, no lograron suicidarse: Joseph Conrad y Hermann Hesse.
A la hora de embarcarse los marineros se dividen en dos: unos lo hacen apenados porque dejan atrás mujer, hijos, amigos y placeres sedentarios; otros se suben a bordo felices por haber logrado sacudirse de encima deudas, pendencias y falsas promesas de amor poniendo todo un océano en medio durante un tiempo largo. Joseph Conrad pertenecía a esta segunda clase de marineros. Para él parecía haber escrito Baudelaire este verso: “Hombre libre, siempre amarás el mar”· En tierra era un ser zarandeado por la existencia, pero el mar lo convertía en un hombre esforzado, riguroso y libre. De regreso de su primera travesía a las Antillas, recalado de nuevo en el puerto de Marsella, a la espera de enrolarse en otro barco, fue devorado otra vez por las deudas y tuvo que coger un revólver y pegarse un tiro en el pecho para resolver bravamente el problema. La bala le pasó muy cerca del corazón y no quiso matarlo.
“Si he de ser marinero quiero ser un marinero inglés” -se prometió a sí mismo en el hospital donde se recuperaba de la herida-. Después de pasar por toda la escala, logró su deseo y como primer oficial de la marina mercante británica navegó los mares de China y de Nueva Zelanda; incorporó a su espíritu los nombres de Sumatra, Borneo y golfo de Bengala; se adentró en el corazón de África por el río Congo y en cada travesía compartió la vida con tipos heroicos y desalmados, que después convertiría de primera mano en personajes de sus novelas. La expiación y el remordimiento después de un acto de cobardía en Lord Jim, la serenidad ante la desgracia en Nostromo, la mutación constante de las pasiones como los cambios del oleaje en El negro del Narcissus, la penetración hasta el fondo de la miseria humana en El corazón de las tinieblas. Un escritor se mide frente al mar. En este sentido Conrad no tiene una sola página ridícula ni se permitió una zozobra. No así en su vida en tierra. Agradecemos que la bala no lo matara.
En cambio, Hermann Hesse navegó otros mares no menos procelosos de la conciencia religiosa. Amamantado en un hogar de pietistas fanáticos, el niño llegó a la adolescencia aplastado por la Biblia. Los salmos, el órgano y las plegarias constituían su principal sustento, al que se unían las correrías por la pradera donde hablaba con los pájaros, las zambullidas en el lago durante el verano, la verdad aprendida en los duendes del bosque y la amistad con el zapatero, el carnicero y otros sencillos menestrales del pueblo alemán de Calw, donde nació.
La vitalidad del muchacho pronto entró en conflicto con la vida oscura de su familia, que lo había destinado a la iglesia para ser ungido por el Señor, pero, desde el primer momento hasta el final de sus días, Hermann Hesse luchó para elegir la clase de ungüento con el que quería ser consagrado. Pese a todo, no pudo evitar la inercia clerical de sus padres. En el seminario de Tubinga, Hermann Hesse fue un pálido adolescente enclaustrado que, entre los húmedos paredones no hacía sino recordar la libertad que gozó en su niñez entre los álamos negros y los alisos del lago, el silencio de la nieve en los abetos, el conocimiento de los animales, las plantas y las estrellas. Un día saltó la tapia del seminario y entonces empezó la tortura. Quería ser escritor o nada, pero esa elección no se alcanza impunemente. Los padres internaron al muchacho en un centro religioso de curación. Lo llevaron ante el afamado exorcista. En medio de ese rito, lejos de echar espuma por la boca, el muchacho imaginaba la rama de abeto iluminada por el sol del verano de donde su cuerpo endemoniado pendería entre el canto de los pájaros o se veía ahogado en el seno del lago cuyas aguas en los días felices de vacaciones habían recibido gloriosamente sus alegres zambullidas coreadas por los gritos de felicidad de sus compañeros. Hermann Hesse nunca olvidaría el esfuerzo que tuvo que realizar para liberarse de las propias ataduras; entre ellas, el nudo de la soga con la que intentó ahorcarse. En los años sesenta del siglo pasado, cuando los hippies inauguraron diversas rutas hacia los lugares iniciáticos de planeta, en su morral de apache, junto al pequeño alijo de marihuana, llevaban alguno de sus tres libros inevitables, Demian, Siddhartha o El lobo estepario.
https://elpais.com/cultura
Pecados

De cómo se formó la lengua española a partir del latín, muchos sabios han escrito grandes obras esclarecedoras. Nada, sin embargo, sustituye la lectura de unas notas manuscritas que se sitúan en el origen mismo, en el umbral que lleva del latín al romance. Y ese documento, las Glosas Silenses, lo acaba de publicar Beltenebros en edición monumental, gracias a un valioso grupo de expertos.
En sus escritos dejan los sabios establecido que el manuscrito data de finales del siglo XI, que estaba en el monasterio de Silos, pero no fue escrito allí, que en el siglo XIX lo salvaron seis monjes benedictinos y que hasta ahora no se había publicado exento de las Glosas Emilianenses. Pero es que las Silenses son un penitencial que ordena las penitencias correspondientes a los pecados más comunes y cada castigo viene graduado según razón.
Esta singularidad hace que el documento sea decisivo para quienes se interesan por la vida social del medievo europeo, ya que recoge los agravios más frecuentes oídos por los clérigos en sus garitas. A su inestimable valor científico hay que añadir un uso como pauta de punición personal.
El primero de los castigos reseñados es la embriaguez de los obispos, lo que da que pensar, pero lo más curioso, sin embargo, es el extenso apartado de pecados sexuales. Así, cuando se peca con animales antes de cumplir los 20 años, son 15 de penitencia, en cambio, si es con “ganado menor” te caen 25. Hay castigos severos para quien “fornica con la madre y con la hija” y el mismo para quien “fornica con una mujer muerta”, que es: “toda la vida”. Y así cien más.
http://www.elboomeran.com/
El fotógrafo donostiarra Diego Orlando encuentra la luz en un mundo de sombras
La vocación fotográfica del artista donostiarra Diego Orlando nace de la búsqueda incansable de la luz capaz de iluminar un mundo personal lleno de sombras. Un viaje complicado, introspectivo, apasionado y poético del que se alimenta para interpretar su universo más íntimo. Un camino que va de la mano y en comunión con varias disciplinas de las Bellas Artes.
Su trabajo artístico no nace ni se presenta con el objetivo de reflejar la capacidad técnica que actualmente ofrecen millones de megapíxeles. Por el contrario, el “efecto flou” y el “manierismo” que bañan parte de sus fotografías son una forma de protesta contra el actual purismo fotográfico académico.
El propósito de su trabajo es investigar e incorporar las nuevas tecnologías a la forma tradicional de hacer fotografía para crear una obra de arte con identidad y lenguaje propios. Fotografías preciosas, barrocas, con profusión de detalles, llenas de alegorías y laberintos escondidos en sus sombras, tejidos y texturas.
La experiencia de Diego Orlando en el mundo de la arquitectura de interiores, las antigüedades y la importancia del color en los diferentes escenarios de los países en los que ha vivido, amado o viajado, le acercan al claroscuro de Caravaggio, las artes escénicas y al movimiento fotográfico pictorialista del siglo XIX de Oscar Gustave Rejlander y Henry Peach Robinson.

La creación artística de Orlando camina fiel y leal a su inconformismo personal, el cual ha marcado toda su vida, una lucha permanente entre el clasicismo y la ruptura de lo establecido. Los temas intemporales que aborda el autor vasco van en contra de ciertas tendencias fotográficas; ligados a propuestas grotescas y escandalosas de gurús recientes, simples marchantes de arte.
“Malleus Meleficarum”(del latín: Martillo de las Brujas) es serie premiada con el “Honorary Award” en los premios ipa del mes de octubre de 2020, en la categoria de Bellas Arte, es una serie que llevo a cabo durante los últimos tres años.
Diego Orlando fotografía con una gran influencia pictórica del barroco y del siglo de oro español e italiano. Una visión de un nuevo barroco en la que he utilizado técnicas de iluminación fotográfica para crear la técnica del claroscuro, además de un largo y detallado proceso de escenografía y edición. Una serie de fotografías tomadas en Cataluña y Donostia concebidas como obras únicas de edición muy limitada.

La serie es la representación del poder de los ángeles y mártires sobre el pecado, el deseo, la atracción y la muerte.
Una investigación de la luz, el color y las formas en las que la escenografía, la fotografía y las nuevas técnicas de edición para componer una serie de 30 fotografías de las que siete de ellas han sido premiadas en Estados Unidos. Esta serie, que será expuesta próximamente en La Provence (Francia) y en Detroit (Estados Unidos), viene precedida por “La mirada de Goya”, una serie premiada en dos primeros premios en la categoría de Bellas Artes y Book en los Premios Ipa de 2018. Haríamos bien en seguirle de cerca la pista a su trabajo.
Diego Orlando: Web | Instagram
https://culturainquieta.com/es/foto/item/17374
AMÉRICA NO FUE ‘DESCUBIERTA’, Y ESTE ES EL LIBRO FUNDAMENTAL PARA ENTENDER POR QUÉ
Entre las muchas ideas que configuran la realidad colectiva, en el ámbito de lo social y lo histórico una de las más persistentes es la del “descubrimiento” de América.
Descubrimiento entrecomillado porque, en efecto, basta detenerse un poco en las implicaciones de esa palabra para al menos plantearse algunas cuantas preguntas, ingenuas quizá a primera vista, pero inquietantes una vez que se piensa mejor en ellas.
En ese sentido, La invención de América, del historiador mexicano Edmundo O’Gorman, es una obra elemental para entender dicho proceso mediante el cual, más que descubierta, América fue en realidad inventada.
Para defender dicha tesis, O’Gorman realiza una reconstrucción de la manera en que ciertos aspectos del imaginario europeo se proyectaron sobre esa vasta masa de tierra, habitada por civilizaciones desconocidas hasta entonces, que irrumpió inesperadamente en la idea de mundo que se tenía hasta finales del siglo XV e inicios del XVI.
De acuerdo con O’Gorman, ideas provenientes de la teología cristiana, de la filosofía griega (respecto de la forma del planeta y la distribución en este de la parte correspondiente a la tierra y al agua) e incluso del desarrollo político de las sociedades europeas (la prevalencia de los regímenes monárquicos en aquella época, por ejemplo) se mezclaron para inventar eso que después se conoció como “América” y que antes del momento en que Colón arribó a unas costas que creía que eran la India, tenía una existencia independiente al imaginario europeo que terminó por darle la forma con que la pensamos actualmente.
El libro de O’Gorman es así un estímulo inteligente y bien argumentado para atrevernos a reflexionar sobre hechos históricos como la exploración y colonización europea del planeta Tierra, el derecho y aun la necesidad de ciertas sociedades de reivindicar su pasado, cómo la cultura moldea ideas que damos como verdades irrefutables y más.
Encuentra en este enlace La invención de América de Edmundo O’Gorman.
https://pijamasurf.com/
La Biblioteca Nacional de España libera más de 30 millones de imágenes que podemos descargar y utilizar gratis

Hace unos días, la Biblioteca Nacional de España (BNE) anunció que a partir del uno de noviembre se liberarían más de 30 millones de imágenes de sus archivos.
Esa fecha ha llegado, y eso significa que a partir de ahora cualquier ciudadano podrá acceder, descargar, modificar y compartir más de 220.000 títulos de todos los tipos de documentos, lo que suponen más de 30.000.000 de páginas procedentes de la Hemeroteca Digital y la Biblioteca Digital Hispánica.
Revistas históricas, mapas o manuscritos a golpe de click
Para ello, han tenido que hacer actualizaciones en la plataforma, y así poder dar a basto a la solicitud de documentos. Desde el día de ayer podemos descargar, compartir y modificar de forma gratuita los millones de documentos que alberga la BNE.

Podremos encontrar miles de manuscritos, mapas, partituras musicales, periódicos, libros antiguos, grabados o revistas históricas, que podremos utilizar en todo tipo de proyectos sin tener que pagar por ello.
“Recursos gratuitos para ser utilizados por las industrias creativas y culturales, por las editoriales, los investigadores, los centros educativos, pero también por el público general para cualquier uso, incluido el comercial”.

Obviamente, tal y como aclara la BNE, se aplica a aquellas imágenes en dominio público, no a aquellas sujetas a derechos de autor cuyo contenido es del titular de los derechos (aunque es posible especificarlo en las búsquedas).
En ambas páginas contamos con un buscador y diferentes secciones para “descubrir colecciones”. Es realmente apasionante y (en mi caso) cuando me he dado cuenta llevaba más tiempo del que disponía navegando por este gigantesco y alucinante archivo.
https://www.genbeta.com/