Hacia la mitad de la escalinata, imaginé que la señora, en vez de un bebé, llevaba una ametralladora

Hacia la mitad de la escalinata, imaginé que la señora, en vez de un bebé, llevaba una ametralladora. Luego, que un muñeco. Más tarde, que un crío muerto. ¿Es niño o niña?, pregunté por decir algo. La señora dudó, o eso me pareció, lo que alimentó mis sospechas, fueran las que fueran, pues carecían de una dirección concreta. Niña, dijo al fin. Y añadió que llevara cuidado, como si me viera actuar con poca delicadeza. Tras una eternidad, llegamos abajo y el hombre de delante, tras depositar las ruedas en el suelo, salió corriendo para coger un tren que llegaba en ese instante. Pregunté a la señora si me dejaba ver a la niña. ¿Es usted un perverso o qué?, dijo con una mirada de odio que me cortó el aliento. Desapareció por un túnel y yo me di la vuelta para volver por donde había venido. ¿Dan o no dan ganas de quedarse en casa?
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