Por: Mikel López Iturriaga

La ensalada con sorpresa. / AINHOA GOMÀ
Con el permiso de mis muy queridas acelgas, las espinacas son la verdura de hoja reina del invierno. Lo mismo sirven para un roto crudas que para un descosido salteadas o cocidas, y siempre están buenas. Aunque es una verdura que congela relativamente bien, yo recomiendo que se usen frescas, y a poder ser, compradas en manojo, no en bolsa.
Ahora bien, para ensalada son muy apropiadas las baby, que se suelen vender en este último formato. No sé por qué se llaman baby y no “brotes”, “tiernas” o “enanas”, pero bueno, no es el primer nombre ridículo en inglés que apela a nuestro complejo de inferioridad cultural con el mundo anglosajón. A mí me irrita especialmente cuando se usa con las habas: ¿no es suficiente decir “habitas” para entender que nos estamos refiriendo a las pequeñas?
En fin, que me desvío del tema. La ensalada de hoy tiene como principal gracieta unos garbanzos crujientes facilísimos de hacer que vi en el blog Albahaca y Canela. Sólo hay que especiarlos y meterlos en el horno, y nos quedarán como los de las bolsas de frutos secos pero mucho más ricos. Se pueden usar como aperitivo tal cual, pero a mí me parece que quedan fantásticos con yogur como acompañamiento de cualquier verdura. De hecho, si se quiere un plato más caliente, esta misma receta es factible salteando antes las espinacas con un poco de ajo picado. Y por el amor de Dior, usad un yogur decente, no la primera baba aguachada de marca blanca que encontréis en el súper.
Dificultad
Para cerebros con el tamaño de un garbanzo.
Ingredientes
Para 4 personas
250 g de espinacas baby
100 g de escarola
150 g de garbanzos cocidos
200 g de yogur (unas 8 cucharadas)
1 limón
1 cucharada de ras-el-hanut (en su defecto, la mezcla de especias y hierbas secas que te apetezca: cúrcuma, comino, cayena, pimienta, pimentón, canela, tomillo, romero…)
Aceite de oliva
Sal