Eso de que en los aviones las mascaras de oxígeno caigan de golpe, con un fuerte estruendo. Eso de que den un susto añadido, que aporten un plus de terror, a contratiempo, como si no fuera suficiente lo otro.
El extra de miedo. El pequeño adelanto. La bromita. Luego ya, luego ya viene la de verdad.
Dan un buen manotazo a esa sinfonía enredada de horror: el gritito a coro de todos los pasajeros, el último instante de orden en medio del caos. Lo ponen todo muy firme por un momento.
La abuela bloguera