¿Qué es esto? El enorme misterio del poder del fondo no lo he visto tratado en ningún libro sobre la pintura. Casi, podría decirse, que no se habla de él como no se habla de lo que es más obvio. Y, sin embargo, ¿cómo aceptar que sea obvia la condición y la calidad del fondo, a menudo compuesto sin plan?
Sea en el color, sea en la textura, sea en su luz interior, el fondo posee la capacidad suficiente para condicionar toda la pintura que le viene encima. Se comporta, paradójicamente, no como un soporte de lo demás sino como el que decide la condición de las indeterminables cargas que soporta. Cargas pesadas o ligeras, pero que por encima de la instrumentalidad del fondo actúan al compás de su matriz inspiradora y componen la personalidad de su música. El fondo no habla someramente sino que exclama. Es de ahí que podría deducirse que su ancha voz es algo más que una indicación para entonar cualquier cosa y actúa como una terminante palabra escrita. El fondo sería, quizás, como la pronunciación del cuadro virtual anticipadamente plasmada en el lienzo y con tanta energía interior como una orden. Una orden que de no ser respetada aboca al caos o, por el contrario, al ser oída ofrece la guía más cierta de la pintura definitiva.